La Baja Edad Media
El renacer urbano
Si durante la alta edad media las ciudades habían perdido el centralismo político y social del que habían gozado en la antigüedad a partir del siglo XI los núcleos urbanos volvieron a florecer. La población europea cambió: el comercio adquirió más importancia y, como resultado, las ciudades se repoblaron y volvieron a convertirse en los centro de la vida económica. A partir del año 1000, varios ámbitos de la sociedad vivieron un auténtico renacimiento, como la agricultura (en especial gracias a la aparición de nuevos medios de enganche para los animales; el yugo frontal para los bueyes y la collera para los caballo; y la implantación del uso del hierro en la fabricación de utensilios de trabajo) y la artesanía. Estas mejoras técnicas favorecieron el aumento de la producción de alimentos circunstancia que permitió una mejora en la calidad de vida y que, sumada y relativa pasificación de la época, comportó a la vez un notable crecimiento demográfico.
El auge del comercio internacional ( se tría seda de Italia, especias de Oriente y tejidos de Flandes) comportó la aparición de una nueva clase social (además de los artesanos y los agricultores) que resultaría decisiva para el debilitamiento del feudalismo: la burguesía. Formada principalmente por mercaderes y artesanos, la burguesía se erigirían una pieza clave para el renacimiento urbano puesto que era imprescindible para el buen desarrollo de las ciudades.
Pese a los rasgos comunes, cada nueva ciudad adoptó formas diversos puestos que de los orígenes de los asentamientos eran diferentes según las regiones. En el sur de Europa, por ejemplo, se fueron recuperando y renovando las antiguas civitales, centros de origen romano que se habían mantenido con vida gracias a la presencia de una sede episcopal y que, por aquel entonces, se revitalizaron gracias a la llegada tanto de campesinos que se convirtieron en artesanos y mercaderes, como de señores que se gustaban sus rentas. Por otro lado, en el norte del continente, las ciudades surgieron sobre todo alrededor de otro tipo de asentamientos, como castillos, abadías o monasterios, lugares de defensa y de protección física y espiritual que se habían multiplicado durante las correrías magiares y normandas. Por último, las villae novae (o bugos francos), centros urbanos creados ex novo en zonas rurales, fueron también objeto de repoblación y colonización, un proceso promovido normalmente por los señores locales.
El resurgimiento de la vida urbana supuso una ruptura por la escritura social feudal (pueblo, señores y clero) debido a la emergencia de la burguesía. A raíz de estos cambios, el poder del rey se fue afianzado, con lo que se allanó el camino para el futuro establecimiento de ciudades autónomas y, después, para el nacimiento de regímenes absolutistas.